domingo, 12 de diciembre de 2010

Vilalúa en la lonja

Con este proyecto he podido hacer un descubrimiento que me ha dejado alucinado. La lonja.

La lonja, ese espacio en el cual cada día, los mismos vendedores, y los mismos compradores se ven las caras durante un par de horas para fijar precio al trabajo de unos y coste a la mercancía de los otros.

El mecanismo mediante el cual se vende es la subasta o "rula".
La rula, es una subasta a la baja, de modo que empieza en un precio de salida, y va bajando hasta que algún comprador puja y para la subasta.

La experiencia es muy muy recomendable y es necesario estar atento a todos los detalles.

El proceso comienza con la llegada de los pescadores, que van preparando y ordenando sus capturas, para que los compradores puedan ir echando un vistazo. En algunos casos, como el caso del camarón, los vendedores separan uno a uno los especímenes de más talla y mejor pinta, ya que es fundamental tener separado un buen lote de los buenos.

¿Por qué? pues porque con muchos mariscos no se subastan lotes, sino que el comprador es el que elije su propio lote. Esto hace que el que primero entra, lo hace con el precio más alto, pero también es el 1º en escoger.

Por ese motivo, el 1º siempre se llevará la mejor centolla, o los mejores camarones, o las mejores nécoras o lo que sea.


En los momentos previos al inicio de la subasta, la tensión se apodera del ambiente. Los compradores se mueven con gestos y aire confiado, no transmiten ningún tipo de nerviosismo ni intranquilidad. Se mueven sin fijar la mirada en nada ni nadie, lanzan vistazos furtivos a la mercancia y a los competidores y continúan su paseo.

Se enciende el luminoso, empieza a bajar el precio, el silencio se apodera del recinto.



Los compradores continúan paseando con aire despreocupado, pero la tensión se apodera de sus pulgares apoyados sobre el botón de su mando a distancia.

Cada comprador tiene un mando, y es pulsando el botón de este mando cuando para la subasta al precio que considera apropiado. Una vez detenida, dedica unos minutos a elegir lo que compra a ese precio, y queda cerrada la transacción a la espera de la siguiente puja.

El precio sigue bajando, los segundos parecen minutos. De repente suena la bocina y el precio se para.
En el luminoso también aparece el nombre del que ha pulsado.

Nadie hace aspavientos, todo el mundo sabe que ha sucedido. Ahora sólo queda que pelear por la siguiente puja.

En este momento el nerviosismo cambia de banda, es turno de los vendedores. La primera puja es, lógicamente, la que mejor paga, de modo que aquél que consiga vender parte de sus capturas en este momento habrá hecho un buen negocio.

Previamente todos se esmeran en colocar el genero de la mejor manera posible. Ahora llega la hora de la verdad, los ojos expertos del comprador pasan por encima de cada caja como un escaner, y en cuestión de segundos decide lo que se lleva y lo que no. Los compradores hacen todo lo que pueden para conseguir mostrar las virtudes de sus capturas. La enorme diferencia de precio entre la primera puja y la última hace que merezca la pena, pero los marineros ya saben de antemano si lo que llevan es digno de salír en primera vuelta o no.

El proceso se repite hasta que se acaba el camarón, o las nécoras, o la centolla o el berbercho, las almejas ......

Siempre igual, siempre la misma tensión para ver quien se lleva la primera puja, a qué precio y qué cantidad.

En cuanto han pasado un par de pujas, el movimiento se apodera de todo, por una parte los compradores empiezan a recoger su mercancia, subastas de otras especies comienzan los bocinazos invaden todo el recinto, los murmullos suben en volumen, las cajas con pescado y marisco empiezan a moverse hacia los furgones, para empezar su viaje. Viajes en ocasiones cortos, y otras muy muy largo.



Así es la lonja.

Nosotros estaremos allí, para llevarlo directamente de la subasta a Vilalúa. Ya irémos comentando nuestras experiencias.

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